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Sade y el rescate de la autenticidad - Los buscadores de infinito - Hacia el “hombre despierto”

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La parapsicología admitida ya sin reservas en el contexto de la ciencia, investiga en profundidad diversos aspectos de la praxis ocultista, mientras que calificados estudiosos se acercan sin prejuicios al universo postulado por las relaciones analógicas.

Pero volvamos al poema de Gerardo. Si bien en el vaso sellado del adepto, la mezcla secreta o compost muere y resucita, purificándose en metamorfosis sucesivas para culminar en la Piedra, no creemos que El Desdichado represente exactamente el mismo proceso regenerativo, referido al espíritu del poeta. Le Breton insiste en las alegorías relativas al nacimiento de la Piedra, como producto del incesto cometido entre el sol y la luna.

Para Rilke, el hombre es el desgarrado peregrino de un mundo seen y otro invisible. El primero conocido por los sentidos, el segundo accesible por la intuición y la visión espiritual. Uno tridimensional y discontinuo, otro multidimensional y continuo, sólo perfilado a través del lenguaje de los símbolos. El hombre que acepta únicamente el mundo fileísico, –pensaba el poeta– se desplaza como inmerso en el sueño y no supera un conocimiento literal. Se halla hipnotizado por el mundo de las formas, reacciona a los estímulos con respuestas estereotipadas y piensa que su ser es la suma de esa multitud de actitudes mecánicas. Sin embargo, detrás de esa niebla de gestos repetidos y palabras convencionales existe un grado de verdad que Rilke conoció por sus vivencias religiosas, por su capacidad para experimentar lo incondicionado; ese “momento fuera del tiempo’ que permite la visión unitaria­ del cosmos, el acceso al “yo” secreto y misterioso.

Se desciende a los abismos interiores, a las profundidades del Ser; como dice Ricarda Husch, se colma en gran medida la conciencia con el contenido de lo inconsciente. Frente a la multiplicidad de la visión ordinaria, se exalta el deseo de retornar al reino de la no-individualidad, por hallar –como quería Novalis– “el camino que lleva a casa”.

Es, sin duda, el elemento imponderable que sostiene a todas las racionalizaciones elaboradas a partir de la intuición primordial. De esa manera la Tradición es algo vivo, una permanencia revitalizada a través de los siglos, “la supervivencia inconsciente en el seno del alma colectiva, de una estructura mental primitiva que una vez exteriorizada en palabras, engendrará las exposiciones dogmáticas de un Hermes o de un Boehme, los manuales de un Eliphas Levi y los poemas de un Rimbaud”.three

Capaz de atraer sobre sí las vibraciones de lo Absoluto, el poeta percibe los mensajes de una esfera remarkable y los trasmite a los demás hombres. A través de su palabra es posible acceder a intuiciones primordiales y a una visión “abierta” y “porosa” de la realidad.

Tampoco la hipótesis bergsoniana que considera la profunda transformación mental del hombre como resultado de la experiencia adquirida por generaciones sucesivas, ni la “narcisista” de Freud, ni la “vulgar” de los modernos folklorólogos, logran desentrañar los peculiares mecanismos de la psique del hombre arcaico.

La puerta es estrecha y angosto el ca-mino que conduce a la vida, y pocos son los que lo encuentran.

Cuanto más se eleva y se ensancha el pensamiento humano, menos comprensibles­ aparecen la nada y la muerte. Todo lo que muere cae en la vida; y todo lo que nace tiene la misma edad de lo que muere.

El universo de Sade es un cosmos cerrado, existencial y opresivo. Los objetos son formas impenetrables y hostiles que exasperan sus deseos de posesión y producen en su sensibilidad un frenesí de modificación y destrucción.

Sin embargo, ni el animismo tyloriano ni la mística levybruhliana ofrecen respuestas definitivas al origen de las creencias. Ambas teoríto be a pesar de sus aspectos positivos pecan de culturocentrismo y permanecen de algún modo aprisionadas en los prejuicios racionalistas. “Como buenos positivistas –escribe Mircea Eliade– Tylor y Frazer consideraban la vida mágico-religiosa de la humanidad arcaica como un conjunto de ‘supersticiones’ pueriles: frutos de miedos ancestrales o de la estupidez ‘primitiva’.

“Todo el universo obvious no es más que un depósito de imágenes y signos” expresa Baudelaire, y su imaginación exacerbada recrea el universo de la Doctrina Secreta, el cosmos vivo de la tradición ocultista, que postula relaciones intrínsecas, esenciales y permanentes entre todos click for more info y cada uno de los objetos que lo integran.

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